Tino es un batallador incansable. Siempre está detrás de alguna producción alternativa. Muy conocida fue su relación con el trío emblemático que conformaron Alejandro Urdapilleta, Batato Barea y Humberto Tortonese. Fue asistente de varios de sus espectáculos y conoció en profundidad la mecánica de sus trabajos.
Por estos días, el creador está reponiendo en La Clac Miel de avispas, sobre textos de Urdapilleta, interpretado por Luciana Dulitzky, Juliana Ibáñez y Adriana Monteleone. El año pasado hicieron unas pocas funciones. La favorable respuesta del público y de la crítica los motivó a volver a representarlo y, esta vez, como homenaje al desaparecido actor y autor.
¿Por qué Miel de avispas? Lo explica Tino Tinto: "Una abeja te pica y muere; en cambio, la avispa puede matar y seguir viviendo. Los personajes de Alejandro son iguales, matan y siguen hablando y hablando; las relaciones que él describe son tremendas".
El proyecto surgió hace tres años. Las actrices, entonces discípulas de Juan Carlos Gené, decidieron armar una experiencia a partir de diversos materiales de Urdapilleta. Durante la muestra de fin de año, el maestro les dijo que ese trabajo debían estrenarlo. No convencidas del todo hablaron con Karina K, otra discípula de esa década, y fue ella quien las derivó a Tino Tinto.
"Era como volver a vivir -explica el actor y director. Nunca se me hubiera ocurrido hacer esos textos. Sentía que les correspondían a ellos: a Batato, a Alejandro, tienen su impronta. Estas chicas no saben nada del Parakultural, pertenecen a la generación de treinta años, nunca los vieron actuar a ellos, no conocieron sus estilos. Pero logran apoderarse de esos materiales con una hondura singular, son tres intérpretes muy potentes. Necesité armar una estructura con los textos que habían seleccionado y jugamos con tres criaturas: Ursula, Justa y Amalia dentro de un programa de radio que tiene un buen número de oyentes. Sus mensajes también se van introduciendo en la acción."
Tino Tinto aclara que no tiene una formación clásica como director. Aunque afirma con mucha convicción: "Pero sí tengo el oficio y el taco gastado". Aunque fue un referente de toda una época, no se quedó en ella. "Las estéticas cambian, según cómo nos relacionamos con un texto, con un autor. Al cabo de los años nos vamos puliendo. En mi vida todo es autogestión. Fuera del teatro, trabajo en investigación de mercado, pero a la hora de la creación elijo las telas del vestuario y voy a los medios a pedir que difundan mi trabajo. Como lo hacíamos en tiempos de Batato."
Su concepción acerca de lo teatral no ha variado. Ahí su postura es muy firme. "El teatro tiene que abrir las puertas para decir lo que las personas no quieren escuchar. Como dice Urdapilleta: «Viva la mentira, los afeites no me alcanzan para tapar la máscara que está pegada a la máscara, que está pegada a la máscara, que me asfixia». Me gusta trabajar con actores que tengan un discurso propio, que no me obliguen a marcarlos. Yo aporto la forma, la ideología, el porqué. Me gusta hablar de las relaciones humanas sin careta. Decir la verdad ya es transgredir."
En ese camino sigue. Recordando con mucho cariño a su amigo Urdapilleta, a quien homenajea con este espectáculo. Sabe que allí hay muchas marcas del otro, del que fue un fuerte compañero de ruta artística. Y al que extraña.