Nos visitaron la soprano Victoria Roldan y el bajo Hyalmar Mitriotti - LYRIC SOUL PRODUCCIONES - Presenta dos óperas cómicas - El empresario teatral | Mozart y Los conjurados | Schubert - TEATRO EMPIRE – Hipólito Yrigoyen 1934 (Caba) 17, 19 (21 hs) y 20 de Julio (20:30 hs) También recibimos a "Miel de avispas” Adriana Monteleone – Juliana Ibañez – Luciana Dulitzky – Dirección: Tino Tinto - Textos de Alejandro Urdapilleta – La Clac – Av. De Mayo 1156 – Sábados 22 hs. |
0 Comentarios
Los textos incómodos, poéticos, despiadados y geniales de Alejandro Urdapilleta vuelven al sótano interpretados por tres actrices: Luciana Dulitzky, Juliana Ibáñez y Adriana Monteleone. Con la dirección de Tino Tinto. Un programa de radio espasmódico, Miel de Avispas, conducido por locutoras igual de odiosas, nuclea a los supuestos oyentes que luego devendrán en los cuatro cuadros escénicos logrados con belleza estética y fidelidad urdapilleteana. Claro que no se puede hablar de belleza en términos corrientes. Miel de Avispas explora la belleza grotesca, el humor nacido desde el peor de los dramas, la humanidad llevada hasta extremos insoportables, dolorosos, burdos, trágicamente cómicos. Travestis, criadas y asesinos, extraídas de los textos de un grande del under porteño de los 80, Alejandro Urdapilleta. Por Sabrina Haimovich Es uno de esos clásicos programas radiales nocturnos que recibe llamados de gente solitaria. Y así van apareciendo en escena historias de travestis, criadas y asesinos, extraídas de los textos de un grande del under porteño de los 80, Alejandro Urdapilleta. Son historias plagadas de poesía y verdad, amor y humor, que penetran en lo más ácido, oscuro y sensual del ser humano. La obra surgió por iniciativa de las actrices Juliana Ibáñez, Luciana Dulitzky y Adriana Monteleone, que comenzaron a trabajar los textos de Urdapilleta “El alma sagrada de tus besos”, “La fabricante de tortas”, “La paralítica” y “La piedad”, todos pertenecientes a Vagones transportan humo. Por consejo de su maestro Juan Carlos Gené, buscaron estrenar su trabajo en el circuito comercial. Eso las llevó a buscar la dirección de Tino Tinto, otro referente del under de los 80. Tinto Tinto fue muy cercano de Urdapilleta y asistente en varias de sus obras. Tal vez esto haya contribuido a que Miel de avispas tenga ese sabor característico de la poética urdapilleteana, donde la belleza grotesca, la miseria humana llevada hasta el extremo, las relaciones insoportables, dolorosas, burdas y tragicómicas se entrelazan con la poesía maldita heredera de Antonin Artaud y Oscar Wilde, el salvajismo y la lisergia de su época, el semen, los escupitajos, el sudor y la sangre. La Sala La Clac está en un subsuelo del centro porteño, lo que contribuye a recrear ese ambiente ochentoso del Parakultural, centro mítico donde Urdapilleta y otras figuras como Batato Barea y Humberto Tortonese presentaban sus obras. Exótica, estravagante y de efectos inciertos como la miel de avispas, la obra fue reestrenada luego de la muerte del autor de los textos. Miel de avispas. Sábados a las 22. Sala La Clac, Av. de Mayo 1156. Entrada: $80. DZ/rg LINK A LA NOTA EN SU MEDIO
La gran actriz argentina EDDA DIAZ asistió a una función de MIEL DE AVISPAS sobre textos de ALEJANDRO URDAPILLETA con dirección de TINO TINTO y las actuaciones de ADRIANA MONTELEONE, LUCIANA DULITZKY y JULIANA IBAÑEZ y dejó su valioso y amoroso testimonio al finalizar el espectáculo. En nombre de RADIO RUEDA y todos los que hacemos la obra, MUCHAS GRACIAS REINA DEL CAFÉ CONCERT! Se define como discípulo de la década de los 80. Aquella que estuvo marcada por la fuerte vitalidad de la escena underground. Tino Tinto (su nombre real es Fernando Arroyo) fue un cómplice dilecto de esa generación. Siendo miembro del grupo Los Peinados Yoli se puso ese seudónimo y, desde entonces, lo porta con total naturalidad, más allá de que muchos se asombren a la hora de nombrarlo. Tino es un batallador incansable. Siempre está detrás de alguna producción alternativa. Muy conocida fue su relación con el trío emblemático que conformaron Alejandro Urdapilleta, Batato Barea y Humberto Tortonese. Fue asistente de varios de sus espectáculos y conoció en profundidad la mecánica de sus trabajos. Por estos días, el creador está reponiendo en La Clac Miel de avispas, sobre textos de Urdapilleta, interpretado por Luciana Dulitzky, Juliana Ibáñez y Adriana Monteleone. El año pasado hicieron unas pocas funciones. La favorable respuesta del público y de la crítica los motivó a volver a representarlo y, esta vez, como homenaje al desaparecido actor y autor. ¿Por qué Miel de avispas? Lo explica Tino Tinto: "Una abeja te pica y muere; en cambio, la avispa puede matar y seguir viviendo. Los personajes de Alejandro son iguales, matan y siguen hablando y hablando; las relaciones que él describe son tremendas". El proyecto surgió hace tres años. Las actrices, entonces discípulas de Juan Carlos Gené, decidieron armar una experiencia a partir de diversos materiales de Urdapilleta. Durante la muestra de fin de año, el maestro les dijo que ese trabajo debían estrenarlo. No convencidas del todo hablaron con Karina K, otra discípula de esa década, y fue ella quien las derivó a Tino Tinto. "Era como volver a vivir -explica el actor y director. Nunca se me hubiera ocurrido hacer esos textos. Sentía que les correspondían a ellos: a Batato, a Alejandro, tienen su impronta. Estas chicas no saben nada del Parakultural, pertenecen a la generación de treinta años, nunca los vieron actuar a ellos, no conocieron sus estilos. Pero logran apoderarse de esos materiales con una hondura singular, son tres intérpretes muy potentes. Necesité armar una estructura con los textos que habían seleccionado y jugamos con tres criaturas: Ursula, Justa y Amalia dentro de un programa de radio que tiene un buen número de oyentes. Sus mensajes también se van introduciendo en la acción." Tino Tinto aclara que no tiene una formación clásica como director. Aunque afirma con mucha convicción: "Pero sí tengo el oficio y el taco gastado". Aunque fue un referente de toda una época, no se quedó en ella. "Las estéticas cambian, según cómo nos relacionamos con un texto, con un autor. Al cabo de los años nos vamos puliendo. En mi vida todo es autogestión. Fuera del teatro, trabajo en investigación de mercado, pero a la hora de la creación elijo las telas del vestuario y voy a los medios a pedir que difundan mi trabajo. Como lo hacíamos en tiempos de Batato." Su concepción acerca de lo teatral no ha variado. Ahí su postura es muy firme. "El teatro tiene que abrir las puertas para decir lo que las personas no quieren escuchar. Como dice Urdapilleta: «Viva la mentira, los afeites no me alcanzan para tapar la máscara que está pegada a la máscara, que está pegada a la máscara, que me asfixia». Me gusta trabajar con actores que tengan un discurso propio, que no me obliguen a marcarlos. Yo aporto la forma, la ideología, el porqué. Me gusta hablar de las relaciones humanas sin careta. Decir la verdad ya es transgredir." En ese camino sigue. Recordando con mucho cariño a su amigo Urdapilleta, a quien homenajea con este espectáculo. Sabe que allí hay muchas marcas del otro, del que fue un fuerte compañero de ruta artística. Y al que extraña. Miel de Avispas con textos de Urdapilleta en La Clac
SARA ECHEZARRETA Para los que extrañamos a Alejandro Urdapilleta, la ilusión que genera una obra suya en cartel es proporcional al temor de no cubrir esa expectativa. Tino Tinto y su compañía logran con éxito dar vida a estos maravillosos textos a lo largo de una hora que no da respiro a la risa. El público que se permite dejar la piedad para otro momento, hace un esfuerzo por detener las carcajadas, sólo para poder seguir escuchando a estas mujeres mutantes. La historia es simple: una radio con tres conductoras de medio pelo, estilo Manuel Puig, que reciben llamados de la audiencia. A ésto se van intercalando las historias de los oyentes, que cuentan qué los desespera y piden canciones. A partir de ese enganche se desatan las intimidades de estos seres anónimos, con la sordidez y oscuridad del drama en todo su esplendor poético. Los textos son geniales y Urdapilleta está muy presente en ellos. Las actrices interpretan el guión con un inteligente respeto, sin caer en la tentación de ponerse por delante de él. Cada una en su estilo, las tres manejan con calidad las transformaciones de los monstruosos e incomodantes personajes. El sonido en off y la iluminación dramática juegan un lugar importante en la escena. Buen homenaje y un regalo para el público parakultural. Tinto y miel Tino Tinto vuelve a poner la locura genial de Urdapilleta en escena con su Miel de avispas. Tres actrices con sus respectivos aguijones en una colmena desopilante y feroz. Por Fernando Noy Como su nombre lo indica, ese poderoso elixir cosechado en cuevas de tiempos inolvidables es de algún modo el comodín del juego que se reanuda: regresa la colmena urdapillética donde las avispas –encarnadas por tres excepcionales actrices– te muerden sin dejar huella, dejando sólo el aguijón de su miel envenenada de audacia, simpatía, felicidad concreta, poesía. Para decirlo sin verso: singular hecho teatral que por algo rima con antirritual, sin punto ni puto final... ¿En qué año se conocieron con Urdapilleta? –Exactamente en 1986, presentados por Batato Barea en el Parakultural. A los dos meses ya estábamos haciendo nuestro primer show juntos: Vestidos bobos, con Silvia Armoza y Batato en el mismo sitio donde estrenamos Los Peinados Yoli. Un espacio llamado Taxi Concert de Sergio Rosenfeld, en Cuba y Blanco Encalada. ¡Me acuerdo! ¿Y después? –En todas las obras del fabuloso Trío de Mujeres Descontroladas (Batato-Urdapilleta-Tortonese) yo era asistente de dirección y además hacía luz y sonido. Algunos títulos inolvidables como El puré de Alejandra, Alfonsina y el mal, Las locas que bailan y bailan, y esa cúspide que fue María Julia La Carancha o una dama sin límites, que se hizo estando ella en pleno poder. Urda después de terminar cada función me llevaba aparte para preguntar casi obsesivamente cómo había salido. Escuchaba muy atento, con el maquillaje corrido, su sudor perfumado por todo el cuerpo, esos ojos de mirada intensa entrando en los míos como para indagar si mis elogios eran verdaderos. A veces vuelvo a recordar ese modo tan intenso en que alguien como él recibía cada palabra o gesto que le transmitía, y me parece un premio muy valioso, más que cualquier otro. Nunca dejaron de ser amigos. –No. Incluso cuando se refugió en su ostracismo invulnerable estábamos conectados por el número telefónico que debía mantener en el más absoluto secreto. Hasta que aproximadamente hace dos años lo encontré una tarde muy fría de otoño por aparente casualidad en la esquina de su casa. Fue un instante increíble de alegría y carcajadas escandalosas. Le pregunté hacia dónde iba. Me pidió que lo acompañara a la ferretería. Estaba por plastificar el piso de su departamento. Dimos un montón de vueltas por todo San Telmo, entramos en no sé cuántos lugares a pedir presupuesto. No parábamos de criticar en broma y reírnos al ver las lijas o el revividor de colores. Estábamos pasando la última vez juntos sin sospecharlo. ¿Cómo lo definirías? –Intentar definir a semejante mago de la escena no es posible sólo con palabras, ni siquiera con una imagen: un caballo de fuego voraz, noble y con las alas siempre erguidas a las que el viento no ha doblado, ni siquiera la muerte. Por sobre todo tenía esa sinceridad inquebrantable en escena como en la propia vida. Poquísimos artistas como él se atrevieron a delatar lo que molesta, aunque moleste. Alejandro atravesó muchas mentes con cenitales poderosísimos de luz propia. Como actor resultaba realmente inclasificable. El más grande. Un poeta, autor de hoy y de clásicos de culto, parte de ellos están en nuestro panal para todos los que quieran disfrutarlo. Urda me contó que te iba a ceder los derechos de sus textos porque tenías la capacidad de hacer lo que quisieras con todo lo suyo. Y ahora estás reestrenando. Contanos cómo fuiste armando esta puesta. –Primero, el disfrute, leímos todo sin detenernos: libros, notas, reportajes, incluso descubrimos algo jamás representado. Luego vino el descubrir un anclaje en común. Para que el material se hilvane encontramos la radio como soporte o refugio que al mismo tiempo es un homenaje a ciertos programas con los que tantos nos criamos como El Tren Fantasma 9 pm o Radio Bangkok, por decir sólo algunos. De ahí, Miel de avispas aborda un formato radial y es “la primera radio itinerante” no en vano llamada: “RadioRueda” ¿Cómo surge el título? –No tuvimos que dar muchas vueltas, Miel de avispas ofrece dulzura y ácido mortal en una misma dosis. Además, las avispas, diferenciándose de las típicas abejas, no mueren luego de picar. Ellas pueden seguir haciéndolo infinidad de veces, pero siempre seguirán vivitas y picando. Pensar que hay tantos cuadernos inéditos que le quería regalar a su vecina la gran Rita Cortese. Y que atesoran sus hermanos, uno de ellos María Urdapilleta, también extraordinaria actriz con quien montara Urdapilleta en llamas. A propósito, ¿cómo lograste reunir a las intérpretes de Miel de avispas?–Mi hermana, la genial Karina K, le pasó mi teléfono a Juliana Ibáñez, quien junto a Luciana Dulitzky y Adriana Monteleone habían trabajado con Juan Carlos Gené una obra que no se hizo porque Alejandro no cedía más sus derechos. En realidad siento como que las hubiera elegido el propio Urdapilleta. ¿Se conocieron ellas con Urda? –Lamentablemente no. Además desconocían todo lo de aquellos años, no accedieron al Parakultural ni a toda esa movida a causa del tiempo, claro. Es decir que se están ligando generaciones. –Eso me importa mucho. Encima ellas, con apenas dos o tres marcas en los ensayos, enseguida captaron la desmesura y profundidad de cada texto tal como era de esperar, incluso deslumbrándome. En nuestra última charla telefónica, Alejandro primero comentó que estaba muy contento por haber logrado estrenar y, luego de una pausa, repitió la última pregunta, la misma que me hacía en aquellos camarines del Rojas: “Decime, la gente se ríe, Tino?.. Decime, decime... ¿Vos qué respondiste? –No sólo se ríen, se van de paseo, se olvidan de todo, entran en un trance de carcajada colectiva y a veces una lágrima cae por la platea. Y a vos te agrego ahora esto: una lágrima que enseguida se esfuma, para transformarse en flechas marcando un camino de placer total que seguirá ahí, por siempre futuro. Link a la nota en la web del diario Con la trolez como cachiporra, la poesía dada vuelta y un vozarrón milicoide que nunca daba órdenes sino desórdenes, Alejandro Urdapilleta irrumpió en los ochenta volviéndolos salvajes, lisérgicos, llenos de escupitajos, semen, sudores y sangre. Actor, dramaturgo, escritor, pero sobre todo inventor del más allá de todo. Murió este domingo. Por Fernando Noy La primera noche que nos vimos, Batato me había tendido una trampa al comentarme, como si nada, con esa risa de enigma que ambos compartían: “Anda una loca en la vereda queriendo actuar”. Y era cierto. De pronto veo descender desde la enorme escalera como entrada, tropezándose en un escalón y en otro, a una desubicada mamarracha seguramente de alta alcurnia, preguntando si allí quedaba Michelangelo. Sin que nadie lograra detenerla, se encaramó de súbito en el centro del escenario y después comenzó a decir anécdotas descabelladas sin parar, mientras las risas iban en crescendo vertiginoso como un orgasmo colectivo. Luca Prodan –que estaba cerca, en la barra– susurraba: “E grossa esta donna, troppo grossa, bravísima, la loca”. La semana siguiente, en el itinerario de presentaciones clavado con chinches por Omar Viola u Horacio Gabin, entre los sucesivos nombres que estaban escritos con marcador, vi, como una alarma que comenzara a sonar, el de Alejandro. Iba a estrenar un monólogo: La Luna. Otra vez el impacto de su incluso brutal genialidad y al fin, todo el mundo aplaudiendo enloquecido. “Como actor sos un gran poeta”, le dije al verlo regresar a los casi derruidos camarines. Cuando quise saber quién era el autor de semejante texto, Alejandro, como dando una estocada triunfal mientras de un trago vaciaba otro vaso de ginebra, respondió: “Es mío. Lo escribí anoche para hoy. Y si te gusta o no, en realidad a mí no me importa”. Me fascinó su tono altivo a lo Merello. O sea que, además de actor alucinante, era un poeta de la puta madre. Lo más cercano al gran chamán capaz de exorcizar con el fuego del espanto o la lluvia de la risa intercalados, tantos detalles hasta ahora no percibidos que estaban frente a nuestras propias narices: conformismo, hipocresía educada, la pose ante los flashes, el falso buen humor, la educación ortopédica y malsana heredada al cabo de los siglos por casi todo el mundo. Menos ellos: Alejandro, Batato, Tortonese. Antidivas feroces contraculturales, legítimas señaladoras de una nueva dimensión para el placer sin límites. Sus armas desconchadas, las tres pelucas al mismo tiempo, zapatos dos talles menores de lamé, pero con los tacos dados vuelta como alas para el sublime chusmerío poético total. Collares con los que incluso si se les cantaba podrían estrangular a alguien mientras se sentaban en las rodillas de los más guapos con abanicos marchitos, abanicando sus braguetas y, ya que estamos, de paso hurgar hasta volver al escenario, esa maldita palabra. Alejandro, piel de azucena y ojos de charol o codorniz plateada, moviéndose más rápido que el tiempo. Todos veíamos que además de hacernos carcajear, como un alquimista sacando algarabía de la nada, se retroalimentaba con su propia risa de todos nosotros. Sin disimulo ni importarle mostrar los hilos del títere hechizado. También me parece ver a la maravillosa poeta Adelia Prado que, luego de oírlo declamar sus poemas recientemente editados en español, me comentaba, estremecida hasta las lágrimas: “Que bom este Alessandro, ¿quem e ele? ¿quem e?”. Lirismo celeste y blanco como la bandera de su patria a la que había regresado después de tanto horror, con esas salidas imprevistas tipo: “El underground queda al fondo a la derecha, señores”, mientras señalaba los baños. O: “La muerte se pasea por las galerías debajo del Obelisco, en esos locales donde venden todo usado”. El Ogro travesti fabuloso trituraba el pasado, pesado y pisado, saltando sobre los añicos con el más sensual desparpajo nunca visto. Pero atrás de su furia había una inmensa ternura agazapada, esperando disfrazarse de cachetada verbal, de trompis imprevisto, para seguir jugando hasta lo máximo que fuera posible. Hasta podría afirmar que él mediumnizaba una especie de trío inmemorial como Antonin Artaud, Copi, el mismísimo Oscar Wilde, elevados a la enésima potencia y sinfonías de Richard Clayderman mientras “una vela de velorio bailaba toda la noche al compás del gran pianista”. Siento que, incluso ahora, ha instaurado el tiempo en que la fatal muerte ha sido imposible. No sólo porque su valiosa herencia siga viva en los libros y la memoria de quienes tuvimos la dicha de encontrarlo. Hay algo más allá de los curriculum gloriosos y los galardones que pueden demostrarlo. Incluso Antonio Gasalla acaba de remasterizar para YouTube todos los sketches que grabaron juntos en Canal 7 cuando todo el canal prácticamente se detenía para ir al estudio a disfrutarlos. Semejante osadía creativa no puede tener un punto ni un puto final. Al contrario. Las lágrimas de nuestra tristeza mágicamente mutan en cubitos de hielo para brindar al sentirlo siempre vivo. Y no sólo desde la pantalla o lo que fuera. Hace apenas tres meses, nuestro querido amigo Tino Tinto también logró llevar a escena textos de Alejandro seleccionados por ambos en las tardes de otoño por las plazas. “Miel de avispas”, casi como un milagro, logró rescatar la dulzura envenenada de poesía en tres actrices desopilantes dentro del espacio Le Claque, que recuerda incluso a la cueva mitológica ancestral. Alejandro tal vez iría a verla. Hace meses me contó de este proyecto muerto de risa. Lo llamé para acompañarlo, pero nadie atendía, aun usando la clave secreta por muy pocos conocida. Hasta que el jueves pasado, mientras organizábamos algo en común con su vecina y compañera de tablas, la gran Rita Cortese, ella misma me anunció una triste realidad: Alejandro se está yendo. No, del barrio no. Está agonizando. Después, todo sucedió vertiginosamente. Y ahora estoy seguro de que si el “Vive la Mort” fue consigna de otros tiempos, con Alejandro se ha instaurado justamente todo lo contrario. Matar la muerte de estos dioses sin tiempo ni templos. A no ser, eso sí, nuestros propios corazones por siempre a la deriva guareciéndolos. No habrá límites posibles entre vida y muerte a partir de este instante. Dormí en paz, Alejandro, que mañana nos vemos. Ayer por la mañana nos enterábamos del fallecimiento de Alejandro Urdapilleta, y creemos que el mejor homenaje a este artista es publicar la reseña a su libro, sobre el que se escribió la obra de teatro “Miel de Avispas“ que te recomendábamos a principio de noviembre y aun está en cartel por 2 sábados más. Por Mariel López La excelencia de Alejandro Urdapilleta como dramaturgo, no hace mas que deleitarnos todas las veces que uno de sus textos trasciende el espacio, y logra hacerse carne en el cuerpo del actor. En ese momento los lectores/espectadores, podemos volver a sentir la obra desde la mente del director que la cristalizó a imagen de su talento (tal como es en este caso).
Miel de Avispas, es la pieza elegida por el talentoso e inquieto Tino Tinto para ponerla de pie en el circuito under porteño. No podría haber mejor interpretación del teatro de Urdapilleta que por parte de Tino Tinto, quien conoció y lleva impregnada la esencia desfachatada, enérgica y mordaz , del tiempo en el que empezaban a surgir las sonrisas desde lo más hondo de las lágrimas. El texto original es parte de los treinta y siete relatos escritos por Alejandro Urdapilleta entre el ’85 y el ’99, y plasmados en el libro “Vagones transportan humo” (Adriana Hidalgo Editora). Miel de avispas tiene a tres mujeres que hacen radio a esa hora en la se cruzan las brujas y los ángeles, la hora en la que sus oyentes (en este caso, mujeres también), encuentran en la audición, un oasis para saciar la sed de revancha que la vida aun les adeuda. Una vida que amarga, pero que sabe aprovechar cada uno de los instantes de dulzura que asoman siempre desde la compasión. Vagones transportan humo - Alejandro Urdapileta – Adrian Hidalgo Editora – 244 paginas Más información sobre Miel de Avispas |
LA RADIO UNIDA AL HUMOR MAS CORROSIVOLos textos incómodos, poéticos, despiadados y geniales del recordado Alejandro Urdapilleta vuelven al sótano interpretados por tres actrices desopiltantes con dirección de Tino Tinto. LA PRENSA SE HACE ECO
Diciembre 2014
DIJO LA CRITICA...
"Melodrama popular y desopilante, Miel de Avispas es un patchwork que reúne la historia de varias mujeres unidas por un hilo conductor: la poesía y la desesperación. Al son de Madonna, Albert Pla y Los Wawancó, tres mujeres animan un ciclo nocturno de radio. Son las vivencias de sus oyentes las que se cuelan en cada escena: una sexual y desenfadada amante, una empleada doméstica que padece el maltrato de su patrona y una frustrada bailarina. Estas son algunas de las voces de esta pieza que, tal como su título lo advierte, es dulce por momentos, y capaz de hincar un aguijón, en otros." Laura Ventura LA NACION ★★★★★ "El vínculo que se genera con los espectadores es muy particular y el ambiente relajado y descontracturado traspasa el escenario. El contrato ficticio que se establece con el público vibra en el ambiente con el paso de los minutos y a medida que se incrementan las carcajadas en medio del desarrollo de ésta comedia dramática. Miel de Avispas plantea un viaje no sólo a través de los textos de Alejandro Urdapilleta sino también a través de la interpretaciones que tanto él como Tino Tinto realizan sobre las relaciones humanas." María Clara Silles DIARIO PERFIL ★★★★★ "Hace apenas tres meses Tino Tinto logró llevar a escena textos de Alejandro seleccionados por ellos en las tardes de otoño. Miel de Avispas, casi como un milagro, logró rescatar la dulzura envenenada de poesía en tres actrices desopilantes que reviven sus textos en la Sala La Clac, que recuerda incluso a la cueva ancestral." Fernando Noy SUPLE SOY ★★★★★ "Los que de golpe te idealizan y te aman, son los que no estaban en esos círculos. Hacíamos teatro con lo que teníamos, subidos a cajones de cerveza, actuábamos y listo. Hoy se profesionalizaron muchas cosas y se caretean otras tantas." Diego Gez TIEMPO ARGENTINO ★★★★★ Sección |